Diversos actores públicos y civiles, involucrados en la migración y la reflexión sobre las responsabilidades, provenientes de diversos países andinos, suramericanos y de Europa, nos convocamos y convocamos a un encuentro de reflexión y diálogo sobre el cruce del tratamiento migratorio, el principio de las responsabilidades y el proceso de integración regional, a realizarse durante el año 2013 en Lima, Perú, en la sede de la Comunidad Andina.
Las razones de esta convocatoria las encontramos en los contextos pertinentes en el ámbito global y regional, que al mismo tiempo presentan enormes y complejos obstáculos y desafíos, pero también inéditas oportunidades y esperanzadoras adecuaciones.
La crisis migratoria global
El mundo actual vive una creciente crisis civilizatoria, de múltiples expresiones, todas ellas mutuamente relacionadas, inseparables. Parte de esa crisis, una de sus más agudas y visibles expresiones, es la crisis migratoria.
En estrecha relación con las persistentes desigualdades, exclusiones y violencias, la galopante crisis ambiental, y el avance de las tecnologías de transporte, comunicaciones e información, la migración actual se muestra en aumento, alcanzando 215 millones, y compulsiva, es decir, en que millones de personas migran como única opción de sobrevida o mejoramiento de la vida, a pesar y en contra de toda norma legal, represión o peligro de sus vidas y la de sus familiares.
En los países receptores, principalmente del norte global, por lo general se desconoce el objetivo factor de desarrollo que representan los migrantes y se les trata con criminalización y discriminación, y dejando en la inoperancia las normativas internacionales pertinentes del sistema de Naciones Unidas.
La contra tendencia suramericana
Tal como ocurre en otras diversas expresiones de la crisis, donde se muestran elementos importantes para nuevas respuestas más adecuadas en la política, la economía, la cultura, el medio ambiente, etc., América Latina, muestra en el ámbito de las migraciones un panorama contradictorio, pero en el que destacan respuestas inéditas y señeras para la humanidad hacia un adecuado tratamiento migratorio en el siglo XXI, especialmente, los ejemplos de las nuevas políticas migratorias de Argentina y de Ecuador. Pero que con desiguales y diversas formas y grados representan una tendencia en todos los países de la región.
Se trata de procesos que involucran nuevas concepciones sistémicas y éticas de la migración, nuevas formas de institucionalidad y normativas, discursos y prácticas, entre las que destacan la emergencia de concepciones de ciudadanía que superan los antiguos y estrechos criterios de la nacionalidad o el territorio como fuente de la misma, y los cruces complejos de las soberanías estatales con crecientes soberanías multilaterales, de carácter regional, comúnmente acordadas. En las que juegan un rol fundamental los enfoques de derechos humanos y de responsabilidades compartidas y diferenciadas; así como la participación cooperativa de actores civiles y públicos, especialmente el protagonismo de las propias personas migrantes, sus organizaciones y redes.
El producto más desarrollado de estos procesos es la nueva normativa migratoria de carácter regional, que constituye el avance más importante hacia la ciudadana suramericana, que plantea la libre circulación, residencia y trabajo en toda la zona de Suramérica. Un viejo y permanente objetivo que encuentra antecedentes en el Tahuantinsuyo andino, que unió en época milenaria, mediante el sistema de caminos del Qhapac Ñan, a 12 millones de habitantes de centenares de pueblos originarios, desde el actual Chile hasta la actual Colombia; la colonia española que convirtió sin distinciones en “españoles americanos” a todos los actuales pueblos y países suramericanos; y las luchas independentistas que incluyeron programáticamente la integración suramericana, firmándose el primer tratado de integración, que incluía la ciudadanía común, en 1823, aún en medio de la guerra de independencia.
Es en el cruce de estas tendencias global y regional que resulta imprescindible realizar diálogos transversales, en perspectiva de abrir posibilidades a nuevos, responsables y más adecuados abordajes de los fenómenos migratorios a escala regional y global.